Helen Frankenthaler, cuya carrera se ha extendido durante décadas, es hoy reconocida como una de las grandes artistas americanas del siglo XX. Destacó entre los pintores abstractos de la segunda generación tras la segunda guerra mundial, y fue piedra angular en la transición del Expresionismo Abstracto al Color Field por medio de la técnica de Soak Stain, abriendo nuevas perspectivas creativas que ampliaron las posibilidades de la pintura abstracta.
Nació el 12 de diciembre de 1928 en el seno de una familia acomodada del Upper Side de Manhattan. Se interesó por la pintura desde la infancia y sus padres le procuraron una selecta educación en Bellas Artes. Asistió a la Dalton School donde recibió formación del muralista mexicano Rufino Tamayo. En 1946 se matriculó en el Bennington College de Vermont. Allí coincidió con el crítico de arte Clement Greenberg y el pintor Paul Feely, mentor artístico con el que aprendió todo lo relacionado con el cubismo, lo que sería fundamental en su trayectoria posterior. Más tarde trabajaría brevemente con Hans Hoffmann, catalizador del expresionismo abstracto. De la mano de Greenberg descubrió la producción de los afamados artistas del momento: Willem De Kooning, Franz Kline y sobre todo de Jackson Pollock.
Experimentó sin descanso a lo largo de su amplia carrera, dejando un gran legado de obras realizadas en lienzo y papel, pero también en otros medios como cerámica, escultura, tapices, y sobre todo grabados.
En 1952, a la edad temprana de 23 años, Helen Frankenthaler creó su legendaria obra Mountains and Sea a la vuelta de un viaje a Nueva Escocia. Fue la primera vez que usó la técnica de Soak Stain. Pintaba directamente sobre el lienzo crudo sin imprimación, diluyendo mucho la pintura con trementina o queroseno para que el color empapase el lienzo. Consiguiendo así el efecto de una acuarela aunque la obra estuviera pintada al óleo. Esta técnica conlleva un gran riesgo porque no hay posibilidad de corrección. La tela es un espacio donde las manchas y formas libres nacidas del azar y el accidente se encuentran con la técnica y el control de la artista, creando una atmósfera de gran amplitud, energía y vitalidad.
El lienzo ha dejado de ser un vehículo de expresión de la obra para ser parte de la obra misma. El color se libera y está definitivamente EN la superficie y no sobre ella.
«Uno debe saber cómo aprovecharse de los accidentes, cómo reconocerlos, cómo controlarlos, y debe encontrar modos de eliminarlos para que toda la superficie aparezca como nacida a la vez.»
Helen Frankenthaler
Esta técnica fue adoptada por otros artistas, entre los que destacaron Morris Louis y Kenneth Noland, aclamados en los 60 como líderes del movimiento Color Field. Ella cambió el arte americano. Pero como de costumbre sus éxitos no fueron tan reconocidos como los de sus imitadores masculinos, aunque con el tiempo finalmente fue cobrando su deuda. Expuso en museos tan prestigiosos como el Whitney, el Guggenheim, y el MoMa de New York. Fue galardonada en 2001 con la Medalla Nacional de las Artes.
Como artista, asumió riesgos y fue discretamente rompiendo reglas. Cuando los críticos hablaban del color en sus pinturas, ella ponía el foco en el dibujo. Mientras ella se definía como cubista, otros le atribuyeron el ampliar los límites del cubismo. Cuando le aconsejaban el formato pequeño en sus obras, ella se mantuvo en el trabajo con grandes lienzos. Y fiel a sí misma siguió creando muchas obras inspiradas en la naturaleza a pesar de que acrecentaba así el estigma de “artista femenina”, y dificultaba las ventas por prejuicios de género.
Helen Frankenthaler
“No hay reglas. Así es cómo nace el arte, cómo suceden los avances. Ir contra las reglas o ignorar las reglas. De eso se trata la invención”
Helen Frankenthaler se dejó fluir como el color en sus lienzos; y su propia creatividad marcó su camino durante casi seis décadas, pasando a la historia como una artista experimental pero con identidad propia.