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Last and First Men

Last and First Men, película experimental de ciencia ficción obra póstuma del compositor Jóhann Jóhannsson, desafiando la narrativa tradicional, con una exigua pero inmensamente sugerente puesta en escena, confronta al espectador con su propio concepto del ser humano como especie y la posible evolución del mismo. 

Last and First Men Poster
Last and First Men Poster, 2020

Jóhann Jóhannsson, aunque conocido principalmente por su trabajo como compositor de bandas sonoras en cintas como Prisioneros (Prisoners, Denis Villeneuve, 2013), Sicario (Sicario, Denis Villeneuve, 2015), La Teoría del todo (The Theory of Everything, James Marsh, 2014) o La Llegada (Arrival, Denis Villeneuve, 2016), ya se había puesto detrás de las cámaras en 2014 para dirigir el corto End of Summer (2014); en este, filmando paisajes pertenecientes a la isla de San Pedro y la península Antártica, mostraba a la vida desarrollándose y abriéndose paso en condiciones inhóspitas. Last and First Men, aunque de duración contenida (70’), es por tanto su único largometraje como director. 

La película se estrenó póstuma, y ha sido necesaria la colaboración de amistades del compositor para poder terminarla. Las primeras proyecciones de la cinta se pudieron ver en el Festival Internacional de Manchester en 2017 en presentación con actuación sinfónica musical en vivo, y el estreno mundial oficial tuvo lugar en el Festival de Cine Internacional de Berlín de 2020; a partir de entonces, también ha sido posible disfrutarla online en algunas plataformas de contenido en streaming. 

Adaptación cinematográfica de la novela con mismo título del escritor inglés Olaf Stapledon, publicada en 1930, Last and First Men expone el contacto entre dos estadios evolutivos diferentes del ser humano: el concerniente a los generalmente referidos como “hombres modernos” que habitan en los postrimerías del siglo XX – nosotros -, y el relativo a los denominados como “últimos hombres”, que se comunican con el anterior desde la última etapa evolutiva de ambos. Los espectadores asistimos a este contacto desarrollado a través del monólogo que los hombres del futuro nos dirigen, ya que nuestra respuesta, además de no ser posible dentro del contexto creado, no presenta ningún interés para los comunicadores.  

La escala temporal desarrollada en la cinta provoca en el espectador una reflexión sobre el alcance temporal de la historia de la humanidad frente a la evolución de la especie humana, donde la primera pierde su importancia con respecto a esta última. Abarcando períodos que no cubren siglos, sino miles de millones de años, los acontecimientos que sustentan y dirigen las acciones del ser humano en su relación con los demás (lo que podríamos definir como “historia” a un nivel más amplio y extenso en el tiempo), se van diluyendo mientras otro concepto va adquiriendo y mostrando su importancia como parámetro determinante: la evolución de la especie. Esta pasa a ser la única “historia” que en esa escala temporal permanece y debe ser contada – lección bien aprendida por los últimos hombres que centran su relato en la citada evolución. 

Sin embargo, sin intención de rebatir lo mencionado en el párrafo anterior, mediante esa “historia evolutiva” del ser humano se establece la relación – o más bien un cambio de perspectiva – entre las etapas evolutivas de la especie y las de cada individuo que pertenecen a la misma. Tanto los individuos a lo largo de su vida como la especie a lo largo de su evolución, van cumpliendo etapas comunes que podríamos etiquetar como: nacimiento/aparición, infancia y adolescencia, madurez, senectud, muerte/desaparición; y a lo largo de todas estas se nos muestran comportamientos y características cuya aparición y desarrollo es equiparable (valga como muestra la “afasia” o pérdida de comunicación y lenguaje que se produce en las últimas etapas de los “last men” al conocer estos su destino, comparable a la que sufre el ser humano en su senectud al estar ya próximo su momento final). 

Spomenik – Last and First Men, 2020

La puesta en escena escogida por el director se aleja de lo que es habitual tanto en la narrativa de ficción convencional, como en la propia ciencia-ficción en particular. Rodada sin la presencia física de actores, la elección de Jóhannsson para ilustrar la imposible conversación entre el futuro y el presente de la humanidad no descansa en los mecanismos narrativos más habituales de un consumidor actual de ciencia ficción y fantasía, sino que se aproxima más a experimentos visuales anteriores como los presentados por Cris Marker en La Jetée (1962), Basilio Martín Patiño en Canciones para después de una guerra (1971), y más recientemente, a aportaciones en el campo del cine documental como las de Michael Madsen en Into Eternity: A Film for the Future (2010) o Nikolaus Geyrhalter en Homo Sapiens (2016).

Apoyándose en ligeros movimientos de cámara, las imágenes se deslizan al ritmo de la banda sonora (también autoría de Jóhannsson con colaboración de Yair Elazar Glotman) sobre monumentos mastodónticos construídos en la antigua Yugoslavia socialista, durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, con objeto de rememorar la resistencia al fascismo y la tragedia de la guerra.  Partiendo del estatismo de estas inmensas estructuras, conocidas con el término Spomenik, y mediante el montaje de esos sutiles movimientos de cámara, se consigue resaltar lo expresado verbalmente. Esta decisión estilística es abandonada al final del metraje, cuando al hombre moderno destinatario del mensaje del futuro (y que el espectador reconocerá o identificará como su coetáneo) se le ofrece una conclusión apoyada por imágenes de naturaleza que enlazan circularmente, mediante este guiño visual, el principio y el final de la toda existencia. 

Spomenik – Last and First Men, 2020

Separadas por la representación de la voz de los últimos hombres simple y enigmáticamente como un pulsar vibrante (encarnada ésta en la voz de Tilda Swinton, entonando de manera impersonal y ajustando los ritmos de su prosodia a las imágenes), Last and First Men puede verse como dividida en tres partes consecutivas. En la primera, en la que los últimos hombres se ponen en contacto con los primeros (que en la escala temporal que se muestra seríamos nosotros), se describe la evolución básica del ser humano como especie a lo largo de varios billones de años, el viaje que éste ha tenido que hacer abandonando su hábitat inicial, la tierra,  en la que nació y trastabilló  sus primeros pasos, y también se identifican los enemigos persistentes del ser humano que lo han acompañado durante toda su existencia: microbios y las enfermedades que generan; las manifestaciones violentas de la naturaleza; y ese contumaz interés que parecen mostrar los hombres en destruirse a sí mismos. 

A continuación, en una así considerada segunda parte, los últimos hombres narran el descubrimiento del cataclismo que inevitablemente los amenaza, y que a pesar de sus intentos y esfuerzos en contra, reconocerán y aceptarán como la futura causa de la extinción definitiva del ser humano. Esta aceptación final provoca la que será la última modificación, o mejor dicho “evolución” de la especie humana. 

En la última parte de la cinta es donde se nos cuenta la toma de decisión del último hombre por comunicarse con el primero, con objeto de – ya que una salvación no es posible – por lo menos hacerle partícipe de verdades que de otro modo podrían ser obviadas o no consideradas con la profundidad necesaria; entre ellas, la última verdad interiorizada en estos estadios postreros del ser humano, la que deriva del reconocimiento de la relación que existe entre la escasa vida inteligente y la vida de la estrella que favorece su aparición, que el universo estaba antes y estará después, y que así es como el ser humano, y cualquier otra especie inteligente que pudiera existir, reconoce y asume serenamente cuál es su lugar en la historia del universo. 

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Last and First Men (1954). Producida por Thor Sigurjonsson. Dirigida por Jóhann Jóhannsson. Guión de Jóhann Jóhannsson y José Enrique Macián, adaptando la novela Last and First Men, de Olaf Stapledon. Fotografía de Sturla Brandth Grøvlen. Montaje de Mark Bukdahl. Música de Jóhann Jóhannsson y Yair Elazar Glotman. Interpretada por Tilda Swinton. Duración: 70 minutos.